sábado, 29 de diciembre de 2007

Burbujas

Burbujas

Los ángeles lo trajeron a las tres de la mañana, las estrellas ni se miraban; pero él a los siete vientos me llamó “Amor”, despertó a todo el vecindario y se atrevió a quererme e idolatrarme. Imagine, usté.

Víctor vino con sus ojos claros, sus pestañas rizadas en una madrugada de primavera a subirme la marea, a vestirme de ternura y lo dejé amarme, porque él me adoraba y me llamaba “Amor” y quemó en una hoguera mi mal de amor, me llenó de escarlata, secreto y misterio.

Porque de poeta tengo poco y de loca mucho.

A veces parece que en vez de sangre tengo sangría, pero él vino con sus treinta y cinco años, una especialidad en pediatría y un enorme ramo de jerbarias a pedir mi candor.

La piel me suspiraba y quería fundirme con el cielo, porque, efectivamente me sentía en las nubes y el corazón me burbujeaba.

Todos estaban anonadados, tenían las tripas, el hígado y los riñones en la garganta. Nadie, espera una propuesta a las tres de la mañana, con su Mariache Serenade y anillo de compromiso, nomás faltó que cantara en cenzontle o que la ciudad se iluminará con mi nombre.

Nadie lo esperaba ni yo. Por poco y me desmayo del susto, de la impresión o del alkalselser que era mi corazón; pero todos veían y luego qué iban a decir…

Las estrellas, desde entonces, me miran envidiosas y estupefactas y el vientre me burbujea y crece y crece y crece.

Luisa Albarrán