viernes, 9 de enero de 2009

Su calor no duerme pegado a mi

Su calor no duerme pegado a mi.


Comienza larga la noche
la congoja se respira
en sus poros.

Mi entraña tejió
su cuerpecito.
Fui fecunda y sagrada.

¡Hermoso mi hijo!

Yo miro por sus ojos
y él mira por mis heridas:
lo dejé en los brazos
de mi hermana cuando apenas
estaba en pañales.

Su calor no duerme pegado a mi.
Su calor no duerme pegado a mi.

Atarantada en el laberinto
de mis anhelos.
Sacrifiqué mis brazos de madre.
Sus ojitos risueños
ahora miran con ternura.
Su boquita despierta
hace ruiditos
que no escucho.

Yo le vendí el alma.
Su calor no duerme pegado a mi.

Ocupada en mí,
me acosté en los espejismos
de mis anhelos;
sacrifiqué mis brazos de madre.

Ahora desciende la desazón
en medio del corazón.

Luisa Albarrán
09/enero/2009

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