miércoles, 30 de septiembre de 2009

Carta a mi Suegra

Carta a mi Suegra

Podría comenzar escribiendo ¿Cómo está? ¿qué tal su día? Espero que se encuentre bien… Pero no. Para qué esos formalismos puros, natos e hipócritas, ha de saber que cada vez que paso por su cuadra lo primero que pienso es hacerla trizas, que le pase el tren, le corte las piernas, quede lisiada; para que sepa lo que es el dolor puro, neto y loable.
Y nada más por su puritito gusto de negar a su nieta, venirme a decir que no fue la sábana o el colchón --¡qué bárbara, señora!—pero que se puede esperar de alguien que no ha podido encaminar a su hijo, que prefiere irse con su Laurita al Depilite como si Laurita fuera la última maravilla del mundo entre tanta grasa ni el bello le ha de salir. Pero para qué hacer berrinche con alguien que es mitómana y que está aferrada y encaprichada con la carnita de su hijo.
Me imagino que ya la ha de ver convencido que es una buena mujer, que es la más pura y la más santa. Ojalá que también haya visto que es la más insatisfecha, la más volátil, que le dicen ¡mi vida! Y ya está enjaretada en la cama. Mire que encuerársele a su hijo en la sala de mi casa. Mandarle mensajes al celular diciendo que le urgía sentir la verguita en su vagina. Y eso no es para espantarse ni persignarse ni llenarse la boca con agua bendita.
Lo peor es seguir con ella, aceptarla en su casa, pasearse con ella en los portales: todos en la ciudad saben que trituró los huesos de su hijito.
Pero… siga paseándola por el portal, váyase con ella al Depilite, solápela en su casa, ofrézcasela a su hijo, para que le siga haciendo la vida de cuadritos.

Luisa Albarrán

1 comentario:

Anónimo dijo...

luisa, amor, ¡qué genio!

mi beso grande